Un profesor de Educación Física gaditano, pionero en el estudio del baile flamenco como actividad física
Las entrañas físicas del baile flamenco
¿Se imagina cuántos zapateados puede contener un baile, qué músculos se activan o qué energía requiere la actividad? Esas y otras muchas preguntas se pueden ahora responder gracias al estudio de un joven profesor de Educación Física, Alfonso Vargas Macías (Cádiz, 1970), quien ha firmado una brillante tesis doctoral bajo el título El baile flamenco: Estudio descriptivo, biomecánico y condición física.
El trabajo, dirigido por los profesores doctores Jesús Mora Vicente y José Luís González Montesinos, de la Universidad de Cádiz, fue presentado el pasado mes de febrero obteniendo la calificación de sobresaliente “cum laude”. Este estudio, que se puede calificar de pionero -pues sobre estos aspectos del baile flamenco no existía apenas bibliografía hasta el presente- es solamente la primera piedra del edificio en el que piensa seguir trabajando su autor.
La trayectoria de este profesor gaditano, que ejerce en el instituto La Paz de la capital, tiene mucho que ver con las bien conocidas notas de corte, que le hicieron viajar hasta la Universidad de León para estudiar primero la carrera de Magisterio (Educación Física) y, posteriormente, la licenciatura (INEF).
De las enseñanzas de allí destaca su carácter práctico, sobre todo en cuestiones de biomecánica; enseñanzas que le han servido para adentrarse en el estudio del baile desde el punto de vista de la actividad física porque “el flamenco -advierte el docente- es un arte, pero tiene su dimensión física, y más en los tiempos actuales”.
A Alfonso la conexión flamenca le viene de antiguo, y ello le llevó a querer conocer este arte por dentro. Así, empezó a bailar, concretamente en la Academia Cibayi de Charo Cruz y, al recibir las clases, percibió el increíble esfuerzo que el baile demandaba: “Al minuto te ponías a 180 pulsaciones por minuto (p/m) y, además, sin nada de la progresión que había estudiado, pues al hacer una preparación física para una actividad hay que conocer qué demanda de esfuerzo se necesita, en intensidad y volumen”.
Pone Vargas el ejemplo de los futbolistas Raúl y Helguera, que en un partido se encuetran con situaciones de esfuerzo bastante distinas; lo que traducido a un bailaor -por cuestiones de economía él ha elegido el masculino para su estudio- significa que éste debe conocer qué zapateados va a tener que hacer en una coreografía, su correlación con la danza, entre otras cuestiones. Y añade que estos profesionales llegan a emplear entre 15 ó 30 horas semanas de ejercicio entre docencia, espectáculos o ensayos. Aquí desliza el impactante dato: en una hora de ensayo un bailaor llega a ejecutar 10.000 zapateados. O en otros términos: un solo baile de seis minutos suele comportar unos 1.400 zapateados. Y de frecuencia cardíaca, para qué hablar: la media de un baile se sitúa en 160p/m, similar a la que alcanza un jugador de baloncesto.
Naturalmente, el baile no es sólo un zapateado, también está el braceo, pero Vargas entiende que éste supone un esfuerzo más postural que dinámico, además del espacio que puede crear para la recuperación; mientras que en el zapateado residiría la mayor actividad física. En su estudio se ha acogido al aceptado esquema de cinco distintos: tacón, golpe, punta, planta y tacón de planta. También existe la distinción entre los sonoros y los de marcaje, que son, lógicamente, más suaves.
Y claro, si ante tanto ejercicio no existe la preparación adecuada, llegan las lesiones, que vienen principalmente causadas por los malos hábitos (fascitis plantar debida a la falta de calentamiento), por no tener una buena musculatura abdominal (que trae la consecuencia de leisones de espalda), o por la altura del tacón, que causa también lesiones de espalda, más en el hombre que en la mujer. Como conclusiones resumidas se constata que el baile flamenco es una actividad física tan intensa como cualquier deporte de élite, y que los bailaores necesitan, por tanto, tener hábitos de deportista: calentamiento, estiramiento, hidratación y, sobre todo, una preparación física adecuada.
El arte frente a los datos
El principal escollo al que se ha tenido que enfrentar Alfonso Vargas reside en la dificultad de objetivar algo tan anárquico, creativo y personal como el baile flamenco para convertirlo en un objeto de estudio.
Para ello han existido unas pruebas de campo para la investigación basadas en 17 bailes que fueron grabados y examinados escrupulosamente. Se realizaron pruebas de acortamiento muscular por la práctica del baile (que se han demostrado ciertas), pruebas de condición física, de musculatura de la pierna, consumo de oxígeno, etc, hasta reunir un total de 95.000 datos directos.
Y, a pesar de los fríos datos y de las conclusiones, Vargas también ha extraído otras enselanzas de carácter esta vez más artísticas: «los bailaores son personas muy inteligentes y con un gran sentido del ritmo», afirma.
Publicado en Diario de Cádiz, 27/03/2006