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La investigación sobre el flamenco: árbol de muchas ramas

Editorial

La investigación sobre el flamenco: árbol de muchas ramas

Research on Flamenco: Tree With Many Branches

Luis Pascual Cordero Sánchez, PhD. (1)

(1) Universidad Francisco de Vitoria. Madrid, España..

Email contacto: luispascual.cordero@ufv.es

 

Aquellas representaciones antiguas, y no tanto, de los estilos del flamenco, palos si se prefiere, como árbol genealógico de muchas ramas se siguen encontrando en peñas, tablaos, domicilios particulares y tabernas. Incluso en ocasiones comparecen en las aulas universitarias y de conservatorios, donde por fin el flamenco ha penetrado como componente de la docencia. De la misma manera bien podría poblar los despachos de los investigadores, pues al igual que el propio flamenco, la investigación en torno a este arte es un árbol de muchas, muchísimas, ramas unidas por el tronco común de la metodología científica.

El crecimiento de este árbol del saber flamenco tiene un punto de sujeción fuerte en la investigación que cada vez más emana de conservatorios, pero también de departamentos de musicología y ciencias de la música en la Universidad. Erigidos como área matriz por obvios motivos, están llamados a convertirse en guía, en especial dentro del escenario actual en que se ha vencido en gran medida la reticencia a su estudio, otrora considerado meramente popular, superada por la notabilísima difusión e internacionalización y que culminó con una dignificación institucional global al declararse por la UNESCO en 2010 bien inmaterial de la humanidad.

Al igual que la genealogía del flamenco parte del tronco de las tonás y los cantes primitivos y se divide en las ramas de la soleá, la siguiriya, los tangos, y estas en tantas otras, la investigación que parte de la musicología se divide en innumerables bifurcaciones que hacen de la investigación sobre el flamenco, como este mismo, un árbol de muchas ramas, un campo de estudio genuinamente interdisciplinar. No en vano, las espérmicas investigaciones decimonónicas que fueron lideradas por un antropólogo y folclorista, Machado y Álvarez, Demófilo, cuajan a mediados del XX gracias a literatura, con numerosos escritores convertidos en primeros flamencólogos, con Ricardo Molina, inseparable de Antonio Mairena, a la cabeza.

Si se atiende a estos orígenes, se explica con facilidad la impronta y presencia que la antropología y la filología han tenido en la investigación flamenca, mestiza como se ve desde el origen. Sin embargo, esta ha evolucionado mucho más y, por un lado se ha profesionalizado y trascendido la divulgación, mientras que por otro ha diversificado –como era de esperar– en los estudios sobre artes escénicas, danza y “performance”.

También ha calado en la sociología, la politología, el análisis cinematográfico; en disciplinas más recientes en el ámbito español como los estudios de género; incluso, en algo en principio tan poco flamenco como la medicina, la biométrica, la biomecánica, en suma, las ciencias experimentales. El surgimiento de archivos y museos, con el dedicado a Camarón como ejemplo significativo más reciente, dejan paso franco a la museología y la archivística como ámbitos incorporados a la investigación del flamenco y que deberán jugar un papel importante para la recopilación, restauración y preservación de materiales hoy muy descuidados y que son cruciales como fuentes primarias. Como queda probado, y ya se mencionó en el editorial del anterior número, la originaria flamencología de cuño romántico ha dado paso a una investigación multidisplinar y científica legítima.

Constatar esta realidad es un ejercicio baldío si no se acompaña de un planteamiento a futuro y de un apoyo institucional. El objetivo final no es otro que mantener esta tendencia, esta realidad, de estudiar el flamenco sin descuidar los aspectos musicales y performativos, pero desde un prisma interdisciplinar para aportar riqueza y diversidad de perspectiva.

La investigación científica, es bien sabido, tiene unos costes que no pueden ser asumidos y sufragados por los investigadores a título personal de manera sistemática. Es más, investigaciones de calado, en cualquiera de las áreas de conocimiento que se acerquen al flamenco, no podrán llevarse a cabo sin un apoyo económico decidido de las administraciones, tanto nacionales como autonómicas. Autonómicas en plural, pues no puede recaer esta responsabilidad solo en Andalucía como cuna de un arte expandido por toda la piel de toro y exportado al extranjero, desde donde cada vez más profesores estudian el cante jondo, su baile y su acompañamiento musical.

En consonancia con lo dicho, aunque suponga redundar en lo elemental, si los territorios fronterizos al norte de Andalucía tienen sus propios estilos, si la trashumancia llevó el flamenco por toda la meseta, si Madrid es la ciudad flamenca más al norte, si la migración llevó e hizo evolucionar el flamenco en Cataluña y si personalidades como Vicente Escudero, Sabicas o Carmen Amaya nacieron en Valladolid, Pamplona y Barcelona respectivamente, y si el flamenco es una de nuestras mayores señas identitarias en el exterior, entonces la financiación y la promoción investigadora corresponden a varias autonomías y, por supuesto, a la administración central. La declaración del flamenco como área de conocimiento, reconociendo su cariz interdisciplinar, a nivel investigador, docente y de acreditación será el paso definitivo, que se antoja cada vez más necesario y apremiante, para dignificar, invertir y reposicionar los estudios sobre el flamenco.

Los frutos de esta investigación habrán de ponerse al servicio de la docencia. Más allá del papel histórico que han desempeñado las cátedras de flamencología en las universidades, una investigación fuerte nutrirá los estudios reglados y oficiales que ya están en marcha en forma de máster y que bien podrían multiplicarse y ganar en proyección territorial. Para concluir, es en concreto por el mantenimiento de la línea interdisciplinar, el apoyo institucional y la formación académica por donde pasa el refuerzo de las raíces del árbol del flamenco y de una investigación en la que hay pendiente mucho campo por abrir.

 

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